Cada vez más investigaciones demuestran cómo la alimentación afecta al cerebro, y cómo este impacto varía entre hombres y mujeres, especialmente en etapas como la perimenopausia. La neuróloga Lorena Benavente, experta en la Unidad de Ictus del Hospital Universitario Central de Asturias, explica que el estrés crónico, asociado a un aumento del cortisol, puede tener efectos negativos en el envejecimiento cerebral, favoreciendo la acumulación de proteínas relacionadas con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Los estudios han demostrado que las mujeres son más vulnerables a los efectos del estrés sobre el cerebro, especialmente debido a alteraciones en los niveles de glucosa y a un mayor depósito de proteína beta-amiloide, un factor clave en el Alzheimer. Además, la caída de estrógenos durante la perimenopausia incrementa la susceptibilidad de las mujeres a desarrollar estos trastornos. Esto convierte a la nutrición en un factor crucial para prevenir o ralentizar estos procesos, proporcionando al cerebro los nutrientes necesarios para su funcionamiento adecuado.
Sin embargo, una dieta pobre en nutrientes y rica en alimentos inflamatorios puede tener efectos devastadores. Los alimentos proinflamatorios alteran el sistema inmune y desencadenan una inflamación crónica, lo que acelera el envejecimiento cerebral y favorece la aparición de enfermedades vasculares, como la demencia o el ictus. Estos efectos también pueden manifestarse en el resto del organismo, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas.
Entre los alimentos que favorecen la inflamación y el envejecimiento cerebral, Benavente destaca los ultraprocesados, como la comida rápida, las frituras, las grasas trans, los azúcares refinados y los edulcorantes artificiales. El alcohol también juega un papel negativo al deshidratar el cuerpo y contener sustancias tóxicas para el cerebro.
Para identificar los alimentos más peligrosos, la neuróloga recomienda evitar aquellos cuyo contenido de ingredientes no es fácilmente identificable, lo que generalmente indica un alto nivel de procesado. Según Benavente, alimentos como la bollería, los refrescos azucarados, los postres, las hamburguesas, las pizzas y los productos precocinados deben ser evitados, ya que son perjudiciales para el cerebro y la salud en general.