
El papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano en la historia de la Iglesia católica, falleció en Roma a los 88 años, menos de 24 horas después de su última aparición pública en el Domingo de Pascua. Desde el balcón de la Basílica de San Pedro, un clérigo leyó su emotivo mensaje final, en el que invitaba a renovar la esperanza, la solidaridad y la apertura hacia quienes son diferentes. Su muerte fue confirmada la mañana siguiente por el cardenal Kevin Farrell, camarlengo del Vaticano, quien destacó la entrega total de Francisco al servicio de Dios y de los más vulnerables.
Jorge Mario Bergoglio, originario de Argentina, fue elegido Papa en marzo de 2013 tras la renuncia de Benedicto XVI, convirtiéndose en el primer jesuita y el primer pontífice no europeo en más de 1,200 años. A pesar de sus problemas de salud, que se agravaron en los últimos meses, el papa Francisco continuó con algunas apariciones públicas, incluso participando en la misa del Jueves Santo en una prisión de Roma. Su muerte, ocurrida tras los actos centrales de Semana Santa, dejó una profunda conmoción entre los fieles, quienes comenzaron a reunirse espontáneamente en la plaza de San Pedro para rendirle homenaje.
El Vaticano informó que el cuerpo del Papa será velado en una capilla privada antes de ser trasladado a la Basílica de San Pedro para su despedida pública. Apegado a su estilo austero, Francisco solicitó ser enterrado en un sencillo ataúd de madera, sin catafalco, y que sus restos reposen en la Basílica de Santa María la Mayor, en lugar del tradicional sepulcro papal en el Vaticano. El funeral se organizará en los próximos días, en medio de un periodo de duelo de nueve días que será supervisado por el camarlengo y un comité de cardenales.
La comunidad internacional expresó un profundo pesar por su fallecimiento. Líderes políticos, religiosos y ciudadanos comunes destacaron su legado como un defensor de los pobres, la inclusión y la paz. Francisco será recordado tanto por su cercanía al pueblo como por su compromiso con una Iglesia más abierta y solidaria. Aunque enfrentó críticas por algunas posturas tradicionales, su papado marcó una época de cambios, diálogo interreligioso y compromiso social, dejando una huella imborrable en la historia de la Iglesia católica.