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Tras décadas de deterioro y olvido, el mural La lucha contra el terrorismo, obra de los artistas estadounidenses Philip Guston y Reuben Kadish, ha sido restaurado y reinaugurado en el Museo Regional Michoacano de Morelia. La intervención fue impulsada por el arquitecto argentino Luis Laplace, quien descubrió la obra hace siete años y quedó impresionado por su escala y simbolismo. El fresco, realizado entre 1934 y 1935 con influencia renacentista y una fuerte carga surrealista, representa escenas de opresión y resistencia, con figuras encapuchadas y cuerpos fragmentados que evocan los horrores de la inquisición, el Ku Klux Klan y la Gestapo.
El mural, ubicado en un palacio colonial, sufrió años de abandono e incluso fue ocultado en la década de 1940 debido a su contenido provocador. Secciones enteras se habían perdido, y su estado era deplorable cuando Laplace emprendió su rescate. La restauración, que duró seis meses, fue posible gracias a la colaboración de la Fundación Guston, instituciones culturales mexicanas y el empresario Alejandro Ramírez, director de Cinépolis. Durante el proceso, expertos identificaron y corrigieron problemas estructurales que aceleraban su deterioro, devolviéndole la vitalidad original a la obra.
Historiadores del arte destacan la importancia del mural en el contexto del modernismo estadounidense, señalando que, a diferencia de los encargos oficiales en Estados Unidos, en México Guston y Kadish pudieron abordar libremente temas de represión y violencia. Su simbolismo sigue siendo relevante en un Michoacán golpeado por la violencia contemporánea, lo que refuerza su mensaje de resistencia ante la injusticia. La restauración no solo ha recuperado una pieza artística invaluable, sino que también ha abierto el debate sobre su vigencia y significado en la actualidad.
El rescate de La lucha contra el terrorismo ha sido un esfuerzo conjunto que involucró ingenieros, conservadores de arte y diplomacia cultural. La obra, que por años pasó desapercibida incluso para el mundo del arte, hoy resurge como un recordatorio de las luchas históricas contra la opresión. “Es un llamado a no ser indiferentes ante el sufrimiento”, señaló Jaime Reyes Monroy, director del museo, destacando la trascendencia del mural en el contexto social actual.